Pensemos en el conocimiento como un gigantesco edificio Jenga. Durante siglos, filósofos y pensadores fueron agregando piezas, una sobre otra, basándose en la confianza y en lo que otros habían dicho antes. Entonces llegó René Descartes, que no se conformó con poner su propio bloque en la cima. Él fue uno de esos grandes científicos de la historia que, en lugar de seguir jugando, miró la torre tambaleante y se hizo la pregunta más peligrosa de todas: "¿Y si quito una pieza de la base?".
Esa pieza era la confianza en nuestros propios sentidos y en todo lo que dábamos por sentado. Descartes no quería arreglar la torre, quería verla caer para encontrar ese único bloque fundamental, esa verdad tan sólida que pudiera sostener por sí sola un universo entero de ideas. Este artículo es la crónica de esa demolición controlada, un viaje al epicentro de la duda para descubrir qué fue lo único que quedó en pie.
El punto de partida: Un método para encontrar la verdad
Para entender la revolucionaria teoría de René Descartes, primero tenemos que viajar a su época, el siglo XVII. Imaginá un mundo donde la filosofía era como un gran mercado de ideas, lleno de debates interminables y creencias heredadas de la filosofía escolástica que se aceptaban más por tradición que por certeza. Descartes, un genio inquieto, se sentía frustrado en medio de este panorama. Para él, construir conocimiento sobre opiniones era como edificar un palacio sobre arena.

Mientras el pensamiento filosófico le parecía un laberinto, Descartes miraba con admiración un campo donde la verdad era sólida como una roca: las matemáticas. Quedó fascinado por la obra de genios como Euclides, quien, partiendo de unas pocas verdades evidentes (los axiomas), fue capaz de construir todo un universo de geometría con una lógica impecable. Descartes y las matemáticas compartían un mismo lenguaje: el de la razón y la certeza. Así nació su gran pregunta: ¿sería posible aplicar esa misma claridad matemática a toda la filosofía?
Convencido de que sí, diseñó su propia caja de herramientas intelectual para esta búsqueda: el famoso método cartesiano. Su objetivo no era agregar una idea más al mercado, sino demolerlo todo para empezar de cero. El método se basa en cuatro reglas sencillas pero increíblemente poderosas:
No aceptar jamás algo como verdadero si no se presenta a la mente de forma tan clara y distinta que sea imposible dudar de ello. ¡Adiós a las suposiciones!
Dividir cada problema complejo en tantas partes pequeñas como sea posible. Es más fácil resolver un puzzle pieza por pieza.
Conducir los pensamientos en orden, empezando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para ascender poco a poco hasta el conocimiento de los más complejos.
Hacer revisiones tan completas y generales que estemos seguros de no haber olvidado nada en el proceso. ¡Doble check a todo!
Este método no era solo un conjunto de instrucciones; era el manifiesto de un nuevo tipo de pensamiento basado en la evidencia y la razón. Armado con estas cuatro reglas, Descartes estaba listo para emprender el viaje más radical de todos: poner en duda absolutamente todo lo que creía saber.
La inmersión radical: Las meditaciones metafísicas
Con su método bajo el brazo, Descartes no se anda con chiquitas. En su obra cumbre, las Descartes, meditaciones metafísicas, se encierra, por así decirlo, en una habitación mental para iniciar una demolición en toda regla. Su objetivo es usar la duda como un lanzallamas: si algo puede ser quemado por la más mínima duda, entonces no sirve como cimiento. Esta es la crónica de esa inmersión en la incertidumbre.
Nivel 1: La duda de los sentidos 👀
Lo primero que pone en el punto de mira son los sentidos. El argumento de Descartes es directo: si nuestros ojos nos engañaron alguna vez —como un palo que parece doblarse en el agua o una torre que de lejos se ve redonda—, no podemos confiar plenamente en ellos. ¿Y si todo lo que percibimos del mundo es una elaborada ilusión sensorial?
Nivel 2: El argumento de los sueños 😴
A continuación, el filósofo intensifica la duda con el argumento de los sueños. Pensémoslos un momento: ¿cómo puedes estar absolutamente seguro de que ahora mismo no estás durmiendo? Tuviste sueños que se sentían completamente reales, y solo al despertar te diste cuenta del engaño. Si no hay una marca clara que separe el sueño de la vigilia, la realidad misma se vuelve sospechosa.

Nivel 3: El genio maligno 👿
Finalmente, para no dejar ninguna creencia en pie, Descartes postula su hipótesis más extrema: la existencia de un Genio Maligno. No es un diablo, sino un ser astuto y todopoderoso que podría estar dedicando toda su energía a engañarnos.
"Este ser maligno podría manipular nuestra mente para hacernos creer que 2+2=4, cuando en realidad es falso. ¡De repente, ni siquiera la lógica matemática del gran Pitágoras y su famoso teorema parecen un refugio seguro!"
Tras este demoledor ataque, Descartes se encuentra solo en un vacío de incertidumbre. Todo lo que creía saber se ha desvanecido. ¿Es posible encontrar alguna certeza en medio de tanta duda?
La primera certeza: "Pienso, luego existo"
Sumergido en la duda más absoluta, cuando parece que no queda nada en pie, Descartes tiene una revelación. Se da cuenta de que, aunque el Genio Maligno lo engañe en todo —en que tiene un cuerpo, en que el mundo existe, en que las matemáticas son verdad—, hay una cosa en la que no puede ser engañado: para ser engañado, ¡primero tiene que existir! El simple hecho de dudar, de ser engañado, de pensar en cualquier cosa, es la prueba irrefutable de que él, como sujeto pensante, existo.
Es el momento ¡Eureka! de la filosofía moderna. Se cuenta que el gran Arquímedes de Siracusa gritó esa palabra al encontrar un principio fundamental mientras tomaba un baño. De la misma manera, Descartes encuentra en la profundidad de su mente su propio punto de apoyo, una certeza tan sólida que le servirá para reconstruir todo el edificio del conocimiento.
De esta intuición radical nace su frase más célebre, el pilar de todo el racionalismo:
🚀 «Pienso, luego existo» (en latín, «Cogito, ergo sum»).
Descartes
Esta frase, conocida como el cogito, es mucho más que un simple eslogan. Significa que el acto de pensar confirma mi existencia, no como un cuerpo (del cual todavía puedo dudar), sino como una sustancia cuya naturaleza es pensar. Descartes concluye que es una res cogitans, una "cosa pensante". Su mente, su conciencia, su alma, es la primera realidad indudable que encuentra.
Así que, "¿Cuál es la teoría de Descartes?". Comienza aquí. Es un sistema filosófico que se construye desde cero sobre esta única verdad absoluta, demostrando que la razón por sí sola, sin depender de los sentidos, puede alcanzar la certeza. Este filósofo acababa de encontrar el cimiento que tanto había buscado.
Reconstruyendo el universo: El alma, Dios y la realidad física
Una vez que Descartes demuestra su propia existencia como espíritu pensante, se enfrenta a un nuevo problema: está solo en su mente, mientras el resto del universo sigue sumido en la duda. ¿Cómo salir de ahí? En su famoso Discurso del Método, nos muestra el siguiente paso de su razonamiento.

El puente que construye para volver al mundo es la idea de Dios. Descartes argumenta que él, un ser imperfecto y lleno de dudas, tiene en su mente la idea de un ser perfecto e infinito.
Esta idea de perfección no puede haber surgido de la nada ni de sí mismo, que es imperfecto. Por lo tanto, debe haber sido puesta ahí por un ser realmente perfecto: Dios.
Esta conclusión sirve como garantía de la verdad de nuestras ideas claras y distintas, ya que un ser perfecto no nos engañaría.
Y aquí viene el giro maestro: un Dios perfecto tiene que ser bueno y no puede ser un engañador como el Genio Maligno. ¡Voilà! Con la existencia de un Dios bueno garantizada, Descartes puede volver a confiar en su razón y en las ideas claras y distintas. Así, concluye que el mundo material y la física también existen, porque un Dios bueno no nos engañaría de forma tan sistemática.
Este pensamiento lo lleva a su famosa división de la realidad en dos tipos de sustancia:
🧠 La Sustancia Pensante (Res Cogitans):
El alma, la mente, el yo. Es inmaterial y libre.
⚙️ La Sustancia Extensa (Res Extensa):
El mundo material, los cuerpos, todo lo que ocupa espacio y se rige por las leyes de la física.
Este dualismo marcó la filosofía durante años. Así, la teoría de Descartes no solo responde a "¿quién soy?", sino que redefine por completo la realidad. Su visión de un universo mecánico, comprensible a través de las matemáticas, fue revolucionaria. De alguna manera, la búsqueda de un principio fundamental que inició el gran Tales de Mileto en la antigua Grecia, encontraba en Descartes un reinicio radical.
Descartes fue profundamente influenciado por los filósofos escolásticos y, en particular, por las ideas de Tomás de Aquino sobre la existencia de Dios como causa primera y garante de la verdad. También recibió influencia de los neoplatónicos, que defendían que las ideas universales y perfectas deben derivarse de un principio supremo e infinito.
Y su trabajo no quedó ahí, al establecer un universo regido por leyes matemáticas, le abrió la puerta a gigantes como Isaac Newton, quien, décadas después, describiría las leyes de la gravedad que gobiernan ese mismo universo.









